miércoles, 10 de diciembre de 2008

RECUERDOS DE NAVIDAD


Se acerca La Navidad. Desde hace unos dias nos lo recuerdan constantemente las calles engalanadas de luces, las grandes superficies con sus aparadores llenos de ofertas y regalos. La decoración recargada con la que adornan los establecimientos y en la que no puede faltar el típico Papa Noel que de vez en cuando suelta un jojojojo pesado y cansino hasta la saciedad y los Villancicos que se repiten incesantemente.
Unas Navidades llenas de consumismo, donde los niños piden los juguetes de una marca determinada ya que la televisión se ha encargado de pasar los anuncios constantemente para que no se les olvide. En definitiva unas fiestas en las que lo que menos importa es el significado de las mismas.
Todo esto me ha llevado a recordar Las Navidades de mi niñez y mi juventud. En casa éramos siete hermanos y mis padres. A primeros de Diciembre mi madre ya comenzaba a cantar Villancicos y nos arrastraba a todos en la alegría por la preparación de las fiestas. Lo mejor era el momento de ir a buscar el musgo, la tierra y las piedrecillas para hacer el belén. En casa todos peleábamos a la hora de hacerlo, así que mamá lo montaba todo y nos dejaba a nosotros poner las figuritas, eso sí con mucho cuidado porque había el peligro de romperlas, ya que eran de barro pintado. Los Reyes Magos los poníamos en el desierto y los íbamos adelantando un poquito cada día hasta que llegaba el día de Reyes en que los poníamos delante del portal.
En Nochebuena el primer plato de la cena siempre era el mismo; cardos con patatas y bacalao en salsa (cena típica en Aragón) y de segundo pescado al horno, aunque lo que más éxito tenían eran los postres, polvorones, turrón y dulces que hacía mi madre. Después de cenar íbamos todos a la misa del gallo y a la salida nos reuníamos con amigos y vecinos para cantar Villancicos con panderetas, zambombas y cualquier instrumento que sirviese para acompañar .
El día de Navidad venían los tíos de Barbastro a pasarlo con nosotros. Así iban pasando las fiestas hasta que llegaba la víspera de Reyes. Siempre hacíamos una carta que echábamos a Melchor, un rey de cartón que estaba en la puerta de una tienda de juguetes, normalmente pedíamos cosas para el colegio, carteras, plumieres y alguna cosilla más.
Después de la cabalgata llegaba a casa un paje que siempre estaba resfriado y casi no podía hablar con unas cajas llenas de regalos para todos. Mi padre siempre le daba una copa de vino dulce al paje para que entrara en calor y después de muchas reverencias y cortesías con el enviado de los Reyes le dábamos las gracias y se marchaba . (La sorpresa fue cuando nos enteramos que el paje era la tía Beltrana disfrazada, por esa razón no hablaba casi para que no le conociéramos la voz). Entonces abríamos los paquetes y aquello era un jolgorio enseñándonos unos a otros lo que nos habían dejado, porque siempre había algo que no te lo esperabas.
La mañana de Reyes tempranito llegaban los tíos de Barbastro cargados de juguetes, ellos no tenían hijos y disfrutaban viendo lo contentos y alegres que nos poníamos todos al recibir más regalos.
Aquellos tiempos no volverán nunca, pero siempre guardaré en mi memoria con cariño
el recuerdo de aquellas fiestas de Navidad.
Carmen

3 comentarios:

Ana Mª Dominguez dijo...

Carmen por fin escribes ag despues de tanto tiempo.
me ha ecntado tu relato sobre la Navidad.
No nos deje sin leerte amiga. Un abrazo

Rosa dijo...

Hola Carmen. Me ha encantado tu relato, verdaderamente hermoso y cargado de nostalga.
Me gusta tu manera de escribir.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Carmen, que razón tienes en decir que las navidades ya no son como antes,las de ahora son solo para consumir.
Un beso Reme